sábado, 22 de noviembre de 2008

Mas sobre mitología castellana y manchega. La Encantá



La Encantá, también llamada la Mora no por su relación con los moros y el mundo árabe. Mas bien las relaciones de este ser hay que buscarlos en el norte de la Península, en las Xanas asturianas, Anjas cántabras y sobre todo en las Mouras Encantadas galaicas.

Son mitos extréchamente relacionados, tanto en su concepto como en su forma. Tanto en Galicia como aquí, estos seres se corresponden con apariciones de hermosas mujeres, la mayoría de veces de cabellos rubios y muy evocadoras, tanto que a menudo quienes las observan quedan tan atraidos por ellas que mueren al no poder poseerlas, y se decía que quedaban encantados.

También al igual que en Galicia, las Encantás manchegas están siempre relacionadas a lugares con agua y cuevas.

No deja de ser llamativo que pese a la distancia que separan ambos territorios, se den mitos similares, al igual que ocurre con la Ojanca manchega y la Ojáncana cántabra.

Pego un fragmento de la Revista de Folklore a propósito de las Encantás:

Aparición, que salvo excepciones, era siempre sanjuanera. En Villanueva de los Infantes se decía que: “Era una señora muy guapa, encantada, que no se veía pero que se podía hablar con ella y provocaba miedo”, “Mora muy guapa, con el pelo largo, a la que apenas podían resistirse los hombres que la miraban a los ojos… cuando se iba a beber agua en abrevaderos en el campo, salía con un cántaro y te golpeaba en la cabeza”, “Mora que vivía en sitios subterráneos, Cuevas de San Miguel y la Mora y salía el día de San Juan. Se decía que estaba encantada y que si te acertaba a tocar con el peine, quedarías también encantado o encantada”.

La “Encantá” de Torre de Juan Abad, se dejaba ver en El Estrecho de las Torres, también conocido como Torres de Joray o Eznavejor, término de Villamanrique.

La noche de San Juan, junto a la Fuente del Piojo, bajo la sombra de los últimos restos de Joray, era el lugar elegido para la manifestación mágica. La informadora relata que, se dieron días que las gentes del pueblo, en grupos, marchaban a contemplar el prodigio. Aparecía con un camisón de raso azul y en una de sus manos un maravilloso peine de oro que le servía para sus suaves cabellos. Cuando alguno de los curiosos se acercaba en demasía, la aparición desaparecía.

Fantasmagoría compartida con el vecino pueblo de Villamanrique. En él se han conservado algunas leyendas sobre la maldición que pesa sobre la “Encantá”, antaño, hermosa mora enamorada de un cristiano infiel, y de un tesoro oculto. Ese día ninguna moza soltera pasaba por tal lugar ni con el pensamiento, de hacerlo, no se casaban.

En Alcubillas, en el cerro de San Isidro, asomaba otra “Encantá” de la que decían suplicaba por piedad a los caminantes, un poco de agua… cuando el gañán caritativo, conmovido por las palabras suplicantes y la belleza de la encantada se acercaba para entregársela, desaparecía.

Junto a los “Riscos de la Cubeta”, Ruidera, también aparecía esta visión: “Pues íbamos los chiquillos a varear aquello, para comer los anises y las mujeres, nuestras madres, las personas mayores nos decían: “… tener cuidado, ir a una hora, siempre al mediodía o por la tarde, porque por las mañanas hay una mujer vieja que está encantá, con un pelo muy largo, pero es un pelo que brilla mucho, es de color de oro que se peina con un peine de oro y sale por las mañanas en cuanto sale el sol, al sitio que da el sol, y se está peinando y si os coge a algún chiquillo os va a dejar encantaos y os vais a quedar allí y ella se va a salir que es lo que quiere”.

La “Encantá del Caño” asomaba por tierras del pueblo de Montiel.

Dato significante es que, las múltiples manifestaciones de la “Encantá”, suceden junto a corrientes de agua.

No hay comentarios: